¿LOS NIÑOS EN CASA? QUE NO CUNDA EL PÁNICO


Muchos son los elementos que se están implementando como mejoras metodológicas en el ámbito de la innovación educativa. La mayoría de ellos son didácticos y provienen de la educación  no-formal, en un intento de romper con la unidireccionalidad de la exposición magistral ante el evidente naufragio del modelo, a la vista de los índices de fracaso escolar. Otros vienen, como es lógico, del mundo de la tecnología, ante la insoslayable necesidad de actualización a un siglo XXI tecnológicamente imparable. Y no faltan los elementos más bien organizativos, referentes a los tiempos y los espacios.

Es precisamente en este ámbito del tiempo y el espacio apropiado para el proceso de aprendizaje, que considero que no está de más, tomar en consideración el fenómeno del homeschooling, en aras a rescatar elementos que sean susceptibles de enriquecer este proceso innovador.

Hablamos de homeschooling para referirnos a las familias que optan por ofrecer la educación a sus hijos fuera del ámbito institucional y hacerlo en el hogar por diferentes razones. Esta realidad no está contemplada en la legislación española sobre educación, que obliga a la escolarización entre los 6 y los 16 años. Pero en realidad ¿qué dice la ley?

Podría abrirse un debate muy interesante sobre si lo que es obligatorio es el aprendizaje, la enseñanza o la escolarización. El matiz no es baladí. ¿Qué es lo que esperamos de nuestros hijos?, ¿qué aprendan? ¿qué se les enseñe aunque muchos no aprendan, según muestran los resultados de fracaso escolar? ¿o que vayan a clase hasta determinada edad independientemente de los resultados, porque “algo quedará”?

Si estamos de acuerdo en que lo fundamental es el aprendizaje, coincidiremos en que la escuela no es el centro de la acción, sino el alumno. La escuela se convierte en un ámbito donde el aprendizaje se da, pero no tiene por qué ser exclusivo. De hecho, la escuelas innovadoras están tratando de salir más de las aulas y facilitar más espacios de aprendizaje relacionados con el entorno, ya que lo que hay que aprender necesita del contexto y el libro no lo da.

Como primer paso para esta cavilación, sería útil entender cuál ha sido el proceso por el cual la escuela se ha vuelto presuntamente insustituible como lugar de aprendizaje.

En la sociedad agraria, los padres confían al Estado la educación de sus hijos para aquellas facetas que ellos mismos no son capaces de llevar a cabo. Más allá de una alfabetización básica (en un sentido muy amplio) no se requería mucho  más para poder continuar  el negocio familiar que generalmente tenía que ver con labores del campo o para ser empleado en alguna labor artesana, que se aprendía con la práctica, mediante la figura clásica del aprendiz.

Cuando llega la sociedad industrial y el mundo de las fábricas, los progenitores se ven obligados a confiar una mayor parte de la educación de los hijos al Estado. Tanto por pasar ellos menos tiempo en casa, como por no estar preparados para darles los conocimientos que van a necesitar para poder encontrar hueco en una sociedad nueva que precisa de mayor especialización.

En la sociedad de la información, el mundo se vuelve más complicado aún, los padres sienten que no están para nada preparados para educar a los hijos y delegan su responsabilidad educativa prácticamente en su totalidad al sistema. A eso se le suma la imposibilidad real de atención debido a la falta de conciliación laboral-familiar, que lleva a una escolarización prematura. Valga como dato que España tiene tasas del 99% de escolarización entre 3 y 6 años.

Pero en los últimos años nos hemos visto, casi como de sorpresa, dentro de un nuevo mundo que podemos denominar sociedad en Red, que está cambiando todo. Nuestra manera de relacionarnos, de consumir, de viajar y sobre todo de informarnos. ¿Por qué no imaginar que es el momento de recuperar por parte de los padres mucha de la responsabilidad educativa que delegaron las generaciones anteriores?  No como reivindicación, sino como evolución natural del modelo.




En el mundo educativo formal  están cambiando las cosas. Hay toda una corriente de innovación educativa que empieza a tener en cuenta, en primer lugar que los niños aprenden de modos diferentes (inteligencias múltiples) y a ritmos desiguales. Estimo que éste es el principio de una verdadera educación personalizada que alcance, no sólo a los alumnos con dificultades de aprendizaje, sino al grueso de la población estudiante. En segundo lugar, esta corriente innovadora defiende como herramienta pedagógica la denominada Flipped Clasroom, asumiendo de este modo que el trabajo central de búsqueda, comparación y filtración de la información a asimilar se puede realizar en casa y que el centro educativo debe priorizar las tareas de tutoría y fortalecimiento de la individualización.

Por su parte, las nuevas plataformas digitales permiten que los padres estén más al corriente de lo que ocurre dentro del centro educativo y realicen un seguimiento más detallado del progreso de su hijo sin necesidad de tener que esperar al “susto” de las notas. También el progreso en nuestra cultura participativa y democrática ha permitido que la comunicación entre tutores y padres pueda ir caminando hacia un modelo de mayor implicación de las familias en la vida del colegio. Desde una perspectiva sistémica, se trataría de no dejar fuera elementos que pertenecen de modo natural al propio sistema.

Todo lo expuesto me lleva a considerar que el modelo del homeschooling es algo que deberíamos empezar a tener en cuenta por la cantidad de elementos que a mi juicio posee propios de una evolución natural y sana del sistema. Veo como obstáculo difícil de superar en este momento el tema de la conciliación laboral, es decir, de la disponibilidad de al menos uno de los progenitores, para poder llevar a cabo una mayor atención en casa.

 Sin embargo, hablar de homeschooling asusta a la mayoría de la gente que estima que estas son opciones de neo-hippys anti-sistema. La sola idea de tener de nuevo a los hijos en casa todo el tiempo, creo que amilana a la mayoría, al sentirse no capacitados para la tarea de la enseñanza. Y puede que sea cierto, pero percibo que es el miedo el que provoca que se critique este modelo en bloque, sin analizar a fondo elementos dignos de tener en cuenta. Ese mismo miedo lleva a una argumentación falaz, que se extiende como justificación de la postura encontrada y que se basa esencialmente en tres puntos: la socialización, la preparación de los padres y la estandarización evaluativa.


Analicemos en primer lugar la socialización: Se ha prodigado un discurso que domina la opinión pública de que la escuela es el lugar de socialización del niño. Obviamente lo es. Cualquier lugar donde juntes personas y no limites la interacción entre ellos es un lugar de socialización.  Pero la prematura escolarización a la que nos vemos “obligados” por la ya mencionada falta de conciliación laboral-familiar, necesita de un relato que permita el abandono en manos de terceros de nuestros hijos sin cargo de conciencia, a pesar de lo anti-natural del hecho, lo que ha consagrado la pre-escolarización como el lugar privilegiado de socialización.

La escuela es un lugar de socialización, pero artificial. Juntar 20 niños de 2 años en una guardería y pretender que realicen todos más o menos la misma actividad, se parece más a un laboratorio que a la vida normal. El ser humano socializa en sociedad, es decir, en un ambiente de personas de diferentes edades, realizando tareas diferentes. Juntar a los alumnos por año de nacimiento es un criterio organizativo, no pedagógico. ¡Anda que no hay diferencia, especialmente a edades tempranas, entre un niño nacido en enero y otro en diciembre!

Educar a los niños en casa es en realidad utilizar el ambiente de socialización más apropiado para el aprendizaje, el de la familia. Pero no sé por qué cuando se habla de homeschooling la gente se imagina que esos niños ya no salen  nunca de casa, que no hablan con nadie, que no saludan a los vecinos, o que están siempre en pijama. ¡No seamos ridículos!. Que los contenidos básicos del aprendizaje necesario se adquieran en casa no significa que los niños no salgan a la calle a jugar, a comprar, o que no vayan a otros lugares de aprendizaje donde también hay alumnos.

La socialización no es un problema para el homeschooling, sin embargo la estandarización de los grupos de aula unificados por edad sí lo son para la educación formal por lo artificial de esa socialización.

En segundo lugar es obligada la discusión sobre la preparación de los padres.  ¿Realmente pueden educar a sus hijos en todas las materias que necesitan para estar igualados con los que van a la escuela, o dicho de otra manera, para que alcancen los mínimos de lo que se ha estimado como educación obligatoria?

Obviamente dependerá mucho de los padres. Habrá quienes se sientan capaces de acompañar a sus hijos hasta un cierto nivel y otros que lo vean como algo más difícil. Habrá quien considere que puede ofrecer lo correspondiente a los estudios primarios en casa y no los secundarios y habrá quien se atreva con todo.

Si hablamos del caso concreto del homeschooling en España, una vez más, creo que hay que huir del alarmismo. No nos asustemos, el homeschooling no es una pandemia. ¿De cuantos padres/madres estamos hablando en España? ¿Creemos de verdad que esa minoría son justamente los más incapaces de llevar a cabo tal labor y que se han lanzado a la aventura por inconscientes?  ¿No será más bien que se trata precisamente de progenitores bastante capaces de cumplir con semejante empresa, que han medido bien sus fuerzas, evaluado sus recursos y que saben a quien pedir ayuda en caso de necesidad?.

Quiero imaginar que quien se embarca en una empresa de estas dimensiones tiene la preparación necesaria, que tampoco creo que sea hoy, gracias a la cantidad de recursos en la red, excesivamente difícil, al menos para la educación primaria.

No obstante, estimo que llegado el momento de solucionar un problema así, no sería difícil establecer unos mínimos formativos o incluso ofertar unos complementos pedagógicos a los padres que ayuden a regular esta práctica.

Finalmente está la cuestión sobre la evaluación. La pregunta que lícitamente nos hacemos todos es ¿habrá unos exámenes para ver si realmente el alumno/a que estudia en casa está progresando de manera adecuada o para llegado el momento, poder dar la voz de alarma si no se están consiguiendo unos resultados mínimos?

Hasta el momento esto no se contempla en nuestro sistema ya que el homeschooling además de realidad marginal, no está regulado. Pero que no exista, no significa que tenga que ser difícil crearlo. Los avances en el terreno de la innovación educativa gracias a los avances tecnológicos, nos hacen pensar en que la educación a distancia, on-line o semi-presencial que está creciendo en el ámbito universitario, se pueda extender a la secundaria obligatoria o a la primaria. Eso supone que el control, a mi juicio necesario, que debe haber sobre la obligatoriedad de la educación, se pueda dar también en un posible modelo de educación en casa.

Ahora bien, si dentro de la educación formal estamos cuestionando la forma de evaluar a través de exámenes, siempre escritos, donde vomitar lo memorizado para olvidar, no seamos tan torpes como para evaluar a quien estudia en casa a través de simples exámenes. Seguro que podemos ser mucho  más creativos y eficaces.

Creo además, por lo que leo de la gente que practica educación en casa, que es algo deseable por quienes han optado por el homeschooling. También ellos necesitan de unas referencias para saber si lo están haciendo correctamente, ya que doy por supuesto que lo que quieren es el mayor bien de sus hijos.

Aclarados los principales mitos sobre la educación en el hogar, percibo tres elementos dignos de tener en cuenta de cara a una mejora educativa que se pueden extraer de este modelo:

a) Devolver al hogar y a la calle su puesto privilegiado como ámbito de socialización.  Sería éste un avance que nos permitiría pensar en una educación más para la vida y menos teórica. Una educación con un mayor enfoque hacia el mundo laboral gracias a un mayor conocimiento de la sociedad en el día a día, que es a fin de cuentas el objetivo final de la etapa formativa obligatoria.

b) Retomar el papel principal de los progenitores y familia extendida en la educación emocional. Debido a esa responsabilidad otorgada al Estado, los centros educativos van comprobando que ya no se trata sólo de enseñar conocimientos de las diferentes áreas, sino que está siendo ya imprescindible enseñar a relacionarse, a conocerse, valores, etc. todo lo que antes se aprendía en la familia y que ahora pasa a demandarse a la escuela, con el inconveniente de que los profesores no han sido adiestrados en estas lides. El elemento afectivo que incorpora la educación emocional suscita que los padres sean preceptores preferibles en este contexto.

c)  Favorecer la personalización y con ello la promoción del talento. Una de las eternas reivindicaciones del profesorado es la ratio de alumnos. Como es lógico, cuanto  más pequeño el grupo, más accesible el conocimiento del alumno y por tanto más cómoda la personalización. Sería ideal un sistema educativo donde pudiera haber un profesor para cada 5 o 6 alumnos, pero claro, eso se intuye insostenible. El ámbito familiar propicia el número reducido y el conocimiento a fondo del “alumno/hijo”, ventaja nada desdeñable.

Pretendo señalar con todo esto que son precisamente los elementos que la corriente de innovación educativa propugna como hitos hacia los cuales avanzar, los que el homeschooling encarna de manera radical. Esto debería llevarnos a repensar el papel de la familia en la escuela caminando hacia modelos de mayor implicación y participación, que incluyan la colaboración en la enseñanza, no solamente en lo extraescolar.

Ciertamente, ante la difícil realidad de conciliación laboral y con la complicada situación del empleo lo más probable es que la dirección hacia la que apunte la educación en los próximos años sea la de poder ofrecer todavía más horas de escolarización para facilitar los horarios de los progenitores y que esto se venda como mejora de la calidad de los colegios. Pero no nos engañemos, que niños de 3 y 4 años pasen 10 y 12 horas diarias en el colegio, por muy bueno que este sea, es algo anti-natural. Pero nadie se va a atrever a criticar a unos padres por trabajar muchas horas. Bastante fortuna es ya al menos poder trabajar.

Pero estas circunstancias no deben confundirnos sobre lo que de verdad es calidad educativa. Habrá calidad si el resultado final del aprendizaje es el de personas que ponen en práctica lo aprendido mejorando la sociedad que se encuentran. Y eso no dependerá del número de horas ni del lugar donde se haya dado dicho aprendizaje.

Estimo que además de la innovación pedagógica y la tecnológica, el papel de la familia en el proceso de aprendizaje debe ser repensado para darle una mayor importancia. Ojalá caminemos hacia un modelo social que permita trabajar menos horas, ganar lo suficiente y poder dedicar  más tiempo a la educación de los hijos de modo que tampoco hagan falta tantas horas de clase. Sí, ya sé que suena muy utópico. Pero la sociedad somos nosotros, así que decidimos la dirección en la que caminar. Y si los “locos” que están optando por el homeschooling están consiguiendo con su locura llamar la atención sobre lo enfermo de un sistema que hemos aceptado con resignación, pues bendita locura y bienvenida su reivindicación.


MALALA Y LA EDUCACIÓN DE LA GENERACIÓN Z


En el recién concluido año 2014 el premio nobel de la paz que la institución sueca otorga cada año, ha recaído en Malala, una muchacha de tan solo 17 años. Por primera vez en la historia de estos premios, una menor de edad es reconocida por su contribución a la humanidad a pesar de lo breve de su recorrido vital. La defensa de la educación femenina en su país, aún a riesgo de su propia vida, la ha colocado a la altura de Nelson Mandela, Martin Luther King, Desmond Tutú, Madre Teresa de Calcuta o Gandhi, que paradójicamente, aún habiendo sido cinco veces candidato al premio, nunca lo obtuvo.

¿Cómo puede ser que la labor de una niña entre los 13 y los 17 años, es decir, en tan solo 4 años de vida, se pueda equiparar a la dilatada trayectoria de trabajo, perseverancia y sufrimientos de los anteriormente citados?

A mi juicio, una primera explicación de este fenómeno, la podemos encontrar en las características de la Generación Z, a la cual pertenece Malala. A nivel sociológico, los niños y jóvenes nacidos a partir de 1995 reúnen una serie de atributos que motivan que se haya dicho de ellos que son la primera generación capaz de acabar con el hambre en el mundo. Y precisamente por esta razón es fundamental que conozcamos estas características a la hora de educar a esta generación para que podamos otorgarles la oportunidad de alcanzar la talla a la que están llamados. Mencionaré tres de ellas con la intención de sacar algunas conclusiones de cara a la reflexión sobre los “cómos” de la educación.

Una primera singularidad es su conciencia global. Estos jóvenes, a diferencia de generaciones precedentes, no conciben la distancia como un obstáculo para la comunicación y la interacción. Para ellos la aldea global no es un concepto, es una realidad en la que viven, gracias a la inmediatez que proporciona la tecnología en las comunicaciones. El intercambio de experiencias en tiempo real, sin la demora del feedback que se producía hace tan solo treinta años a través del correo postal, provocan que lo que está ocurriendo en un lugar del mundo tenga repercusión en tiempo real en el resto del planeta. Hemos asistido a las consecuencias de este fenómeno en el caso de la “primavera árabe” y su contagio a las movilizaciones de 15-M u “Ocupa Walll Street”.

Malala vive en esta conciencia y hace de su lucha personal por el derecho a la educación, una causa mundial a través de una herramienta tan sencilla como su blog. Es precisamente la conciencia de que su reivindicación puede ser escuchada por todo el mundo, en el sentido literal de la expresión, lo que permite que no sea una víctima anónima más, sino por el contrario una líder de la causa.





 Una segunda característica es la madurez. No esperan a cumplir una determinada edad para tener iniciativas, ser emprendedores y actuar como adultos. Muchos de ellos comienzan a trabajar antes de ser mayores de edad. En unos casos como necesidad ante la crisis que empuja hacia la autonomía prematura, en otros casos como imitación de ejemplos que pueden llegar a conocer a través de esa cultura global mencionada y sobre todo gracias a las herramientas tecnológicas que permiten poner en marcha iniciativas que en otras décadas ni siquiera hubiéramos imaginado.

La proliferación de foros de encuentro y presentación de estos jóvenes talentos nos está mostrando que no se trata de “niños prodigio”, en el sentido de casos prácticamente anecdóticos por su escasez y rareza, sino  más bien toda una evidencia de que nuestra idea occidental de que la madurez se alcanzará cuando, tras una larga formación académica bajo el amparo familiar encuentres un trabajo de aquello para lo que te has preparado y puedas independizarte, está repudiando el ingenio y extinguiendo la iniciativa, en definitiva, empobreciendo nuestra sociedad y condenándola a la repetición.

Malala estimula a toda una generación de jóvenes a creer que si con 17 años ya se puede ser premio nobel de la paz, ¿a dónde se podrá llegar con 50? El éxito en la vida no es ya algo que se consigue a modo de premio al esfuerzo, tras muchos años de dedicación, sino que es algo que puede suceder hoy, gracias a la democratización y accesibilidad que propicia de los recursos necesarios, una nueva forma organizacional denominada redarquía. La excelencia es entonces la clave para mantenerse en el éxito existencial de manera prolongada y creciente. 

Un tercer elemento es la responsabilidad y su impacto social. Los estudios sociológicos realizados en Estados Unidos comparando esta Generación Z con la anterior de los Milennials, revelan que desciende significativamente el consumo de drogas y también el de adolescentes embarazadas, como datos demostrativos de mayor sensatez y juicio. A su vez, el porcentaje de jóvenes que aspiran a tener un impacto social en el mundo a través de sus trabajos pasa del 39% al 60 %, siendo además un 26 % el que colabora habitualmente en proyectos de voluntariado. Saben que pueden cambiar este mundo haciéndolo  más habitable y quieren hacerlo además trabajando en lo que les gusta, conscientes de que su granito de arena sí marca una diferencia.

Sin duda alguna, Malala representa de forma paradigmática este impacto, provocando a través de la publicación de su historia convertida en bestseller y de la difusión de los videos de sus discursos, una preocupación mundial por la educación en los países más pobres.

De todo esto concluyo que si ésta es la generación destinada a cambiar este mundo y ponerlo en una senda definitiva hacia la justicia social, la unidad de los pueblos, la paz mundial y el fin de la  miseria, la formación que les ofrecemos tiene que ser acorde con estos ideales.

Estamos llamados a ser los gigantes de los que hablaba Bernardo de Chartres para que esta generación se suba a nuestros hombros. Son ellos los que están convocados a ver más y  más lejos, alzados sobre  nuestra experiencia. Pero la mirada es la de ellos. No podemos educar a esta generación si seguimos mirando con nuestros ojos y no con los de ellos el mundo. No es una cuestión de contenidos programáticos de un currículum, es cuestión de visión.

Cada generación es mejor que la anterior porque recoge el testigo de la historia y se lanza con nuevas fuerzas hacia el futuro. El futuro ha sido y será siempre de los jóvenes. Confiar en ellos y otorgarles el protagonismo merecido es imprescindible en la tarea educativa. Necesitamos creer que su visión es mejor que la nuestra, precisamente porque la hacen sobre nuestros hombros. En palabras de Ortega y Gasset: "una generación no es un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa: es como un nuevo cuerpo social íntegro, con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada. La generación, compromiso dinámico entre masa e individuo, es el concepto más importante de la historia, y, por decirlo así, el gozne sobre que esta ejecuta sus movimientos".


DE COLEGIOS EN LA RED, A LA RED DE COLEGIOS

Para poder ser optimista sobre el futuro de la educación en nuestro país y en general en el mundo, no hay que hacer un esfuerzo titánico de imaginación utópica, sino más bien abrir los ojos a la realidad  de lo que ya está ocurriendo como revolución desde la base. Basta con seguir en Twitter a un centenar de educadores que comparten sus iniciativas innovadoras, con suscribirse a unos cuantos canales de YouTube donde se muestran las formaciones que están recibiendo muchos claustros o con leer los blogs de algunas iniciativas del alumnado realmente sorprendentes, para percibir la emergencia de un nuevo modelo. Si uno permanece atento a la Red, descubre que los colegios que van asumiendo nuevas metodologías como las Inteligencias Múltiples, el trabajo por proyectos, el visible thinking, etc. se cuentan por centenares.

Eso  me lleva a pensar que más allá del inmovilismo propio de un sistema que por anquilosado y desactualizado tiende a la inercia, está siendo la evidencia de unos resultados no acordes a los objetivos de preparación que precisan las nuevas generaciones, la que lleva a los profesionales verdaderamente vocacionados, a reinventarse para poder ofrecer una educación de calidad a sus alumnos. El cambio educativo es posible, está ya en marcha y será efectivo porque está surgiendo desde la base.

Tres elementos a mi juicio están siendo significativos en este cambio y manifiestan por su novedad la tendencia hacia un nuevo paradigma, es decir hacia un nuevo marco de comprensión del fenómeno educativo.

El primero de ellos es, que observo por primera vez en mucho tiempo, que se está dejando de lado la absurda competitividad entre colegios por ver quién es mejor, quien tiene más alumnos o quien acumula más prestigio en su entorno social. Parece que las nuevas generaciones de profesores (y directores) como un rasgo propio de las  características de los millenials, han superado la idea de éxito como estatus que identificaba a la Generación X, para cambiarla por la de disfrute de lo que se están haciendo (trabajar en lo que a uno le gusta). Y eso se traduce en buscar la mejor manera de hacer las cosas aprendiendo con humildad de quién ya esté teniendo buenos resultados.

Así, cada vez es más frecuente las visitas de equipos de profesores de colegios a otros colegios que abren sus puertas fraternalmente, para que quien quiera pueda copiar y mejorar, retornando dicha mejora como aumento de calidad. De fondo está la máxima de que las ideas compartidas no se agotan, se multiplican. Se está abandonando progresivamente la idea de “los colegios de la competencia” por la de “todos estamos en la misma lucha”.

El segundo elemento que atrae mi atención es cómo la humildad por aprender de quien tiene buenos resultados y a su vez la humildad de compartir las experiencias positivas, está adentrando a todos estos educadores en el modelo de “compartir”. Se comparten las ideas, las experiencias e incluso la formación. Es realmente gratificante ver cómo muchos colegios cuelgan fotos de sus actividades con los alumnos cada día en twitter o Facebook para que todo el que quiera pueda encontrar inspiración para hacer algo parecido o incluso mejor. Es alentador contemplar cómo algunos centros ofrecen visitas a otros profesores para que vean en vivo y en directo el trabajo diario, sin trampa ni cartón. Y es sorprendente advertir que las instituciones están compartiendo en la Red las grabaciones de las formaciones que imparten a sus claustros. Esto no ocurría hace 8 años. Se decía: “Si hemos pagado por tener a unos buenos formadores no vamos a dejar que se beneficien gratuitamente otros”. Sin embargo la realidad está cambiando gracias a la nueva sociedad en red y al ejemplo de las nuevas generaciones que parecen incorporar el “creative commons” en su material genético y el “share button” preinstalado en su cerebro.

Este es un paso hacia la mejora y el progreso, ya que la exposición múltiple del material formativo obliga a los formadores a ofrecer cada vez algo mejor y no repetirse indefinidamente, actualizándose de manera continua y contando para ello con las aportaciones que aquellos que reciben la misma puedan hacerle.

En tercer lugar, creo que es digno de consideración la organización reticular del mundo docente. Además de la utilización de las redes sociales habituales como Twitter, Facebook o los blogs, donde se agrupan y comparten materiales e iniciativas de modo espontaneo los docentes que allí se van encontrando, comienzan a surgir plataformas sociales exclusivamente educativas de intercambio de recursos y experiencias muy bien organizadas que enriquecen significativamente y a gran velocidad, los PLE (Personal Learning Environment) de los educadores.

Creo que el siguiente paso consistiría en organizar una red global que agrupe al mayor número de educadores, padres, madres y alumnos donde se elaboren e implementen propuestas para la mejora del sistema educativo. El trabajo propio que correspondería a un ministerio de educación de crear comisiones de investigación, evaluar buenas prácticas, elaborar propuestas, implementarlas a modo de prototipo, no tiene por qué ser exclusivo de los organismos oficiales. Nada puede impedir que la ciudadanía participe aportando su experiencia y sabiduría. Es más, conviene que la participación democrática no se limite a  elegir cada cuatro años a nuestros representantes y confiarles a ellos los cambios necesarios, pudiendo con las actuales tecnologías aspirar a mucho  más. Espacios de participación ciudadana construidos desde la alegría y el gozo de ser educadores. Nuevas leyes que no surjan de los despachos ideológicos sino de las prácticas diarias. Lo que se viene denominando ya redarquía. El pacto global por la educación del que siempre se habla, no creo que deba ser un pacto entre partidos políticos, que ya han demostrado cuáles son sus intereses en la educación y ciertamente no parece que nos vayan a llevar a ningún progreso, deberá ser por el contrario un pacto de los verdaderos afectados por la educación: los docentes, los alumnos y sus familias.


Como decía al principio, el cambio en el sistema educativo ya ha comenzado y se empieza a visibilizar, pero para que sea un verdadero cambio que beneficie a todos es preciso dar este paso que de manera natural se evidencia. Perdamos el miedo y las miras cortas que nos hacen planificar en función de mi colegio y poco más y asumamos el protagonismo que merecemos los educadores estimando que la repercusión del buen trabajo de cada uno de nosotros puede y merece alcanzar la dimensión de globalidad.

LA LOMCE Y LAS INTELIGENCIAS MÚLTIPLES



Con el comienzo del curso, la actualidad bloguera y los comentarios en las redes acerca del mundo educativo, se están centrando en la nueva ley de educación del ministro Wert conocida como LOMCE.  Por lo que leo hasta el momento, parece haber más detractores que defensores. Nada extraño para una ley que sale adelante con el único apoyo del partido con mayoría parlamentaria y que ya ha sido amenazada de muerte por cualquier previsible cambio de gobierno.

Mi reflexión sobre la LOMCE se aleja de cualquier planteamiento político y se va a centrar en una cuestión práctica referida a lo pedagógico.

Mi percepción sobre el tema,  es que a primera vista esta nueva ley parece caminar en dirección contraria a lo que se está intentando implementar como innovación educativa en aquellos centros que están apostando por una actualización de las metodologías a los alumnos del siglo XXI para no quedarse estancados en siglo XX.

Mientras el discurso innovador defiende como paradigma el modelo de inteligencias múltiples, reconociendo que cada alumno puede ser inteligente de formas diferentes y busca así potenciar las capacidades de cada cual para que alcance el máximo de su rendimiento, la LOMCE parece volver a las asignaturas de la EGB privilegiando de nuevo las matemáticas y la lengua, al darle más horas semanales obligatorias y desatendiendo lo que tiene que ver con el arte y la música.

Se diría que la mirada sobre el alumno en esta ley, sigue anclada en un modelo pasado, donde el éxito se basa en tener buenos resultados académicos en las asignaturas que permitan después acceder a las “carreras de toda la vida”: medicina, ingeniería, derecho y empresariales. De este modo se ignoran los cambios que ha experimentado la sociedad en los últimos años y la dirección que estos cambios están tomando. Cada vez se escucha más en el mundo educativo la idea de que no sabemos las profesiones para las que estamos educando a nuestros alumnos, porque todavía no existen. Seguir considerando que las profesiones de toda la vida permitirán a los jóvenes encontrar trabajo es ignorar la realidad actual del paro en España.

No obstante, esto no debería desanimarnos. Las leyes están hechas para marcar los límites, es decir, para decirnos lo que hay que hacer obligatoriamente y lo que no se puede hacer en ningún caso. Pero entre esas dos líneas hay un espectro de posibilidades enormes que en manos de la creatividad pueden dar resultados maravillosos.

Por ejemplo algunos colegios trabajan en PBL simultáneamente con todos los alumnos de un curso, pero no por ello dejan de respetar la ratio aluno/profesor, ya que mantienen 3 profesores en el aula (o incluso más) ya que al ser el proyecto interdisciplinar permite que todos puedan participar activamente.

Por tanto, que la visión institucional no tenga en cuenta los horizontes en pos de los cuales camina el nuevo paradigma educativo, no debe ser óbice para mantenerse ilusionado en el intento de ofrecer a nuestros alumnos la mejor educación y de la mejor manera posible.
Si creemos que la inteligencia musical, la corporal, la naturalista y sobre todo la emocional, tienen que recibir tanto prestigio como lo lingüístico o lo lógico-matemático, seguro que encontramos un modo creativo de dárselo entre los mínimos y los máximos de cualquier ley. 


COACHING PARA LA INNOVACIÓN EDUCATIVA

En España estamos asistiendo a dos reformas educativas simultaneas a falta de una. Por un lado está la LOMCE y por otra, una corriente o movimiento denominado genéricamente como “innovación educativa”  que avanza progresivamente desde la base del sistema educativo.

La LOMCE se encuentra con el eterno problema de cualquier reforma impuesta desde arriba: las resistencias al cambio y la desconfianza en que dicha transformación produzca alguna mejora en los resultados. Se suma en esta ocasión la amenaza de ser una ley de corto recorrido dado que ya está avisado que un posible cambio de gobierno daría marcha atrás con lo que se hubiera iniciado, lo que provoca que quienes tienen que implementar la reforma vayan con el freno pisado.

Por su parte, un grupo cada vez creciente de profesores están llevando a cabo reformas pedagógicas y metodológicas dentro de un marco no demasiado flexible, pero que permite iniciativas interesantes. En esta línea muchos colegios están apostando por la implantación del modelo de Inteligencias Múltiples, el aprendizaje por proyectos o el método cooperativo.

Aquellos colegios que llevan más tiempo en este cambio innovador y que lo han implementado de manera estratégica, sin más presiones que el propio interés de ofrecer a los alumnos la mejor educación posible para el siglo XXI, están consiguiendo resultados espectaculares, convirtiéndose en abanderados de este movimiento.

En el lado institucional evidenciamos que las diferentes reformas educativas que ha tenido este país no han supuesto ninguna mejora sino todo lo contrario, a la vista de los resultados de abandono y fracaso escolar. No hay que alarmarse. Es lo que se puede esperar de una ley hecha en los despachos y no a pie de aula y sin consenso político. Se obedece a los mandatos ministeriales pero, obviamente, falta la pasión que hace que cualquier proyecto triunfe.
 Del otro lado, en los “docentes de base” innovadores diría que no falta pasión. No obstante, la pasión no es suficiente para que una reforma, sea pequeña o grande, tenga consistencia y produzca buenos resultados. Es imprescindible la claridad de objetivos, la toma de conciencia de la realidad y la planificación estratégica.

Veo colegios subiéndose al carro de la innovación educativa desde el nerviosismo de directores/as por no quedarse atrás o no estar a la moda de lo que han iniciado sus competidores. Equipos directivos que después de un curso de 8 horas sobre pedagogías emergentes retornan a sus centros como si de Moisés bajando del Sinaí se tratara, con el rostro iluminado y espoleando a sus profesores a iniciar cuanto antes estos métodos sin evaluar sus recursos, preparación y consecuencias. En definitiva, la casa por el tejado, pero eso sí, que en la página web aparezca que estamos ya en la vanguardia de la innovación.

El mismo nerviosismo que se observaba hace unos años con los sellos de calidad en los centros. Todo el mundo buscando la acreditación para ser un centro de calidad, que demostró con el tiempo que era una calidad sobre el papel para ser avalados ante los padres, pero que no siempre buscaba la verdadera calidad, la de la formación de los alumnos, dado que los resultados de los centros “de alta calidad” están siendo semejantes a los tiempos anteriores al sello. ¡ Y cuantos profesores se quemaron de tanto rellenar informes!

Es imprescindible para acometer cualquier cambio, saber cuál es el cambio que se quiere conseguir y entonces planear la estrategia adecuada, no hacerlo a lo loco.  Y para ello disponemos de herramientas eficaces, algunas de ellas forman parte de esta misma innovación educativa. El coaching educativo o el design thinking son modos de trabajo diseñados precisamente para obtener este tipo de resultados, ya que nos enseñan a planear estrategias y a hacerlo de modo creativo. Y sobre todo, sin prisa, midiendo estratégicamente los tiempos para que se alcance bien el resultado y disfrutando del proceso.


La reforma educativa que necesitan nuestros hijos tiene que ser un proyecto que nos apasione porque creamos en él. Por eso no resultará si viene impuesta de arriba o si se hace de manera atropellada. Es preciso que se planifique como se planifica una larga marcha, por etapas y en función de las fuerzas, para que el camino sea parte también de la meta.