Para concluir estas
reflexiones sobre el homescholing iniciadas en las entradas anteriores, voy a
escribir en estas líneas acerca de mi postura personal a día de hoy. Quiero con
esto decir, que no es una postura firme, sino mediada por muchas circunstancias,
propias y del sistema, que me hacen sospechar que en otras circunstancias o
según vaya avanzando mi experiencia vital, las posiciones pueden variar.
La primera afirmación rotunda es que me gustan los
colegios. Me encantan los colegios,
las escuelas, los institutos. Los públicos, los privados, los concertados, los
religiosos y los laicos. Me parece un lugar maravilloso de encuentro de amigos,
de descubrimiento del mundo, de experiencias vitales, de aprendizaje, de
estimulación de los talentos. Cuenta mi madre que con 4 años me llevó a la
guardería para ver cómo era (para verlo ella) y mientras hablaba ella con la
maestra, me quedé interactuando con los demás niños y cuando hubo que irse le
pedí que me dejara venir más días. Así que mi pre-escolarización se hizo sin
traumas, sin presiones laborales y de modo voluntario. Después ya la EGB, BUP y
COU con los jesuitas de Bilbao, 12 años maravillosos. ¡Me encantan los colegios!.
Pero eso no significa que
me gusten todos los colegios. Mi dedicación a la formación de profesorado me
permite conocer cómo están funcionando muchos colegios y estoy espantado de las
diferencias que puede haber entre unos y otros. Estoy viendo (en la educación
concertada) cómo se selecciona y contrata a los profesores y cómo se les despide
utilizando únicamente criterios económicos, no pedagógicos. Veo instalaciones
totalmente obsoletas y métodos pedagógicos decimonónicos. Y eso me preocupa.
También veo centros,
públicos y concertados que están trabajando de modo ejemplar. Colegios donde me
gustaría que estudiaran mis hijos, colegios donde me gustaría trabajar a mi,
colegios con los que estaría dispuesto a colaborar gratuitamente.
En resumen: ¿qué opino de
los colegios? Pues que depende del colegio. De los que han tenido la oportunidad
mis hijos de matricularse para el año que viene no me gusta ninguno. Al final
hemos tenido suerte y han podido entrar en el que menos nos disgustaba. Pero
eso no produce ninguna tranquilidad.
Segunda afirmación: Escolarizo a mis hijos en este momento por pura necesidad económica. Tienen 3 años y hasta ahora he tenido la suerte de poder dedicarme a tiempo completo a ellos. Mi esposa es la que tiene un trabajo fijo (es profesora en un colegio) y yo sólo de modo eventual voy dando cursos (cada vez menos, porque el tema de los cursos de formación en Andalucía ya sabéis quien se lo lleva) . Pero hemos llegado un punto en que no sobrevivimos de ese sueldo. Necesito encontrar un trabajo y eso supone que los niños tienen que “ir al cole”.
Si no fuera por esta
necesidad, seguiría con ellos al menos hasta que tuvieran que entrar en
primaria. Creo que me gustaría hacerlo hasta que tuvieran 10 años. Pero resulta
que parece que las puertas de entrada al sistema educativo son muy pocas. O
entras con 3 años, o con 6 o no entras. La presión social es fortísima. La
gente en la calle te mira con cara de susto si le dices lo que piensas sobre
este tema. “¡Estás loco, si no entran con 3 años, ya no hay plazas para 4 ni 5!
Te plantas ya en primaria y tienen preferencia los que vengan de infantil”. Hay
una paranoia tremenda con el tema de las plazas.
Así que me veo obligado a
renunciar a mi deseo de enfatizar la educación en casa durante al menos este
periodo pre-obligatorio. Entiendo que esto no sería propiamente homeschooling,
ya que hasta los 6 años no es obligatoria la escolarización y debería ser más
común que niños hasta los 6 años estuvieran en sus casas. Sin embargo en España
la escolarización antes de los 6 años alcanza el 98,7%, mientras por ejemplo en
Finlandia es del 40% según datos de la OCDE del 2013.
Tercera afirmación: No estoy ni a favor ni en contra
del homeschooling como modelo educativo. Lo mismo que digo de los colegios, lo digo de la educación en casa.
Que me gusta o disgusta dependiendo de la “casa” es decir, de los padres. Los casos que conozco un poco más de cerca, me parecen ejemplares. Padres
preparados, gente nada radical en sus ideas sino personas que razonan y debaten
serenamente aceptando muchos puntos de vista. Y los resultados que veo en sus
hijos son mejores que los de muchos colegios.
Pero veo también (esto a
más distancia) lo que está ocurriendo en USA con el homeschooling desde el
fanatismo religioso y me asusta. Me preocupa que también aquí se de la
educación en casa como reacción a lo religioso o a lo secular. Padres que para
que sus hijos no reciban ninguna influencia religiosa o para que la reciban muy
religiosa se embarquen en una tarea educativa que les supere. Pero aunque me
preocupe, no lo hace más que los colegios que extreman también el punto
religioso o el laico.
Como dije en el post
anterior, llegado el momento, si esto se convierte en un problema, tiene fácil
solución desde una regulación adecuada que se haga desde una instancia
educativa apropiada.
Cuarta afirmación:
Lo que me gustaría es un modelo mixto. Que nada tuviera que ser blanco o negro. Que pudiera plantearme
educar a mis hijos en casa mientras sea posible y que cuando no lo sea el
sistema educativo acogiera sin traumas para nadie la continuidad de la
formación. O al menos que las horas de clase no fueran tantas al día. Hay niños
muy pequeños que pasan hasta 10 y 12 horas diarias en guarderías y colegios.
Eso no es natural. Pero nadie pone el grito en el cielo porque no se puede
cuestionar que alguien trabaje. Bastante suerte con no estar parado. Pero es que tampoco creo que las jornadas
laborales tengan que ser tan largas.
Ojalá caminemos hacia un
modelo social que permita trabajar menos horas, ganar lo suficiente y poder
dedicar más tiempo a la educación de los
hijos de modo que tampoco hagan falta tantas horas de clase. Sí, ya sé que
suena muy utópico. Pero la sociedad somos nosotros, así que decidimos la dirección
en la que caminar. Y si los “locos” que están optando por el homeschooling
están consiguiendo con su locura llamar la atención sobre lo enfermo de un
sistema que hemos aceptado con resignación, pues bendita locura y bienvenida su
reivindicación.
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