Para poder ser
optimista sobre el futuro de la educación en nuestro país y en general en el
mundo, no hay que hacer un esfuerzo titánico de imaginación utópica, sino más
bien abrir los ojos a la realidad de lo
que ya está ocurriendo como revolución desde la base. Basta con seguir en Twitter
a un centenar de educadores que comparten sus iniciativas innovadoras, con
suscribirse a unos cuantos canales de YouTube donde se muestran las formaciones
que están recibiendo muchos claustros o con leer los blogs de algunas
iniciativas del alumnado realmente sorprendentes, para percibir la emergencia
de un nuevo modelo. Si uno permanece atento a la Red, descubre que los colegios
que van asumiendo nuevas metodologías como las Inteligencias Múltiples, el
trabajo por proyectos, el visible thinking, etc. se cuentan por centenares.
Eso me lleva a pensar que más allá del
inmovilismo propio de un sistema que por anquilosado y desactualizado tiende a
la inercia, está siendo la evidencia de unos resultados no acordes a los objetivos
de preparación que precisan las nuevas generaciones, la que lleva a los
profesionales verdaderamente vocacionados, a reinventarse para poder ofrecer
una educación de calidad a sus alumnos. El cambio educativo es posible, está ya
en marcha y será efectivo porque está surgiendo desde la base.
Tres elementos a mi
juicio están siendo significativos en este cambio y manifiestan por su novedad
la tendencia hacia un nuevo paradigma, es decir hacia un nuevo marco de
comprensión del fenómeno educativo.
El primero de ellos es,
que observo por primera vez en mucho tiempo, que se está dejando de lado la
absurda competitividad entre colegios por ver quién es mejor, quien tiene más
alumnos o quien acumula más prestigio en su entorno social. Parece que las
nuevas generaciones de profesores (y directores) como un rasgo propio de
las características de los millenials,
han superado la idea de éxito como estatus que identificaba a la Generación X,
para cambiarla por la de disfrute de lo que se están haciendo (trabajar en lo
que a uno le gusta). Y eso se traduce en buscar la mejor manera de hacer las
cosas aprendiendo con humildad de quién ya esté teniendo buenos resultados.
Así, cada vez es más
frecuente las visitas de equipos de profesores de colegios a otros colegios que
abren sus puertas fraternalmente, para que quien quiera pueda copiar y mejorar,
retornando dicha mejora como aumento de calidad. De fondo está la máxima de que
las ideas compartidas no se agotan, se multiplican. Se está abandonando
progresivamente la idea de “los colegios de la competencia” por la de “todos
estamos en la misma lucha”.
El segundo elemento que
atrae mi atención es cómo la humildad por aprender de quien tiene buenos
resultados y a su vez la humildad de compartir las experiencias positivas, está
adentrando a todos estos educadores en el modelo de “compartir”. Se comparten
las ideas, las experiencias e incluso la formación. Es realmente gratificante
ver cómo muchos colegios cuelgan fotos de sus actividades con los alumnos cada
día en twitter o Facebook para que todo el que quiera pueda encontrar
inspiración para hacer algo parecido o incluso mejor. Es alentador contemplar
cómo algunos centros ofrecen visitas a otros profesores para que vean en vivo y
en directo el trabajo diario, sin trampa ni cartón. Y es sorprendente advertir
que las instituciones están compartiendo en la Red las grabaciones de las
formaciones que imparten a sus claustros. Esto no ocurría hace 8 años. Se
decía: “Si hemos pagado por tener a unos buenos formadores no vamos a dejar que
se beneficien gratuitamente otros”. Sin embargo la realidad está cambiando
gracias a la nueva sociedad en red y al ejemplo de las nuevas generaciones que
parecen incorporar el “creative commons” en su material genético y el “share
button” preinstalado en su cerebro.
Este es un paso hacia
la mejora y el progreso, ya que la exposición múltiple del material formativo
obliga a los formadores a ofrecer cada vez algo mejor y no repetirse
indefinidamente, actualizándose de manera continua y contando para ello con las
aportaciones que aquellos que reciben la misma puedan hacerle.
En tercer lugar, creo
que es digno de consideración la organización reticular del mundo docente.
Además de la utilización de las redes sociales habituales como Twitter,
Facebook o los blogs, donde se agrupan y comparten materiales e iniciativas de
modo espontaneo los docentes que allí se van encontrando, comienzan a surgir
plataformas sociales exclusivamente educativas de intercambio de recursos y
experiencias muy bien organizadas que enriquecen significativamente y a gran
velocidad, los PLE (Personal Learning Environment) de los educadores.
Creo que el siguiente
paso consistiría en organizar una red global que agrupe al mayor número de
educadores, padres, madres y alumnos donde se elaboren e implementen propuestas
para la mejora del sistema educativo. El trabajo propio que correspondería a un
ministerio de educación de crear comisiones de investigación, evaluar buenas
prácticas, elaborar propuestas, implementarlas a modo de prototipo, no tiene
por qué ser exclusivo de los organismos oficiales. Nada puede impedir que la
ciudadanía participe aportando su experiencia y sabiduría. Es más, conviene que
la participación democrática no se limite a elegir cada cuatro años a nuestros
representantes y confiarles a ellos los cambios necesarios, pudiendo con las
actuales tecnologías aspirar a mucho
más. Espacios de participación ciudadana construidos desde la alegría y
el gozo de ser educadores. Nuevas leyes que no surjan de los despachos
ideológicos sino de las prácticas diarias. Lo que se viene denominando ya
redarquía. El pacto global por la educación del que siempre se habla, no creo
que deba ser un pacto entre partidos políticos, que ya han demostrado cuáles
son sus intereses en la educación y ciertamente no parece que nos vayan a
llevar a ningún progreso, deberá ser por el contrario un pacto de los
verdaderos afectados por la educación: los docentes, los alumnos y sus
familias.
Como decía al principio,
el cambio en el sistema educativo ya ha comenzado y se empieza a visibilizar,
pero para que sea un verdadero cambio que beneficie a todos es preciso dar este
paso que de manera natural se evidencia. Perdamos el miedo y las miras cortas
que nos hacen planificar en función de mi colegio y poco más y asumamos el
protagonismo que merecemos los educadores estimando que la repercusión del buen
trabajo de cada uno de nosotros puede y merece alcanzar la dimensión de
globalidad.
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