¿LOS NIÑOS EN CASA? QUE NO CUNDA EL PÁNICO


Muchos son los elementos que se están implementando como mejoras metodológicas en el ámbito de la innovación educativa. La mayoría de ellos son didácticos y provienen de la educación  no-formal, en un intento de romper con la unidireccionalidad de la exposición magistral ante el evidente naufragio del modelo, a la vista de los índices de fracaso escolar. Otros vienen, como es lógico, del mundo de la tecnología, ante la insoslayable necesidad de actualización a un siglo XXI tecnológicamente imparable. Y no faltan los elementos más bien organizativos, referentes a los tiempos y los espacios.

Es precisamente en este ámbito del tiempo y el espacio apropiado para el proceso de aprendizaje, que considero que no está de más, tomar en consideración el fenómeno del homeschooling, en aras a rescatar elementos que sean susceptibles de enriquecer este proceso innovador.

Hablamos de homeschooling para referirnos a las familias que optan por ofrecer la educación a sus hijos fuera del ámbito institucional y hacerlo en el hogar por diferentes razones. Esta realidad no está contemplada en la legislación española sobre educación, que obliga a la escolarización entre los 6 y los 16 años. Pero en realidad ¿qué dice la ley?

Podría abrirse un debate muy interesante sobre si lo que es obligatorio es el aprendizaje, la enseñanza o la escolarización. El matiz no es baladí. ¿Qué es lo que esperamos de nuestros hijos?, ¿qué aprendan? ¿qué se les enseñe aunque muchos no aprendan, según muestran los resultados de fracaso escolar? ¿o que vayan a clase hasta determinada edad independientemente de los resultados, porque “algo quedará”?

Si estamos de acuerdo en que lo fundamental es el aprendizaje, coincidiremos en que la escuela no es el centro de la acción, sino el alumno. La escuela se convierte en un ámbito donde el aprendizaje se da, pero no tiene por qué ser exclusivo. De hecho, la escuelas innovadoras están tratando de salir más de las aulas y facilitar más espacios de aprendizaje relacionados con el entorno, ya que lo que hay que aprender necesita del contexto y el libro no lo da.

Como primer paso para esta cavilación, sería útil entender cuál ha sido el proceso por el cual la escuela se ha vuelto presuntamente insustituible como lugar de aprendizaje.

En la sociedad agraria, los padres confían al Estado la educación de sus hijos para aquellas facetas que ellos mismos no son capaces de llevar a cabo. Más allá de una alfabetización básica (en un sentido muy amplio) no se requería mucho  más para poder continuar  el negocio familiar que generalmente tenía que ver con labores del campo o para ser empleado en alguna labor artesana, que se aprendía con la práctica, mediante la figura clásica del aprendiz.

Cuando llega la sociedad industrial y el mundo de las fábricas, los progenitores se ven obligados a confiar una mayor parte de la educación de los hijos al Estado. Tanto por pasar ellos menos tiempo en casa, como por no estar preparados para darles los conocimientos que van a necesitar para poder encontrar hueco en una sociedad nueva que precisa de mayor especialización.

En la sociedad de la información, el mundo se vuelve más complicado aún, los padres sienten que no están para nada preparados para educar a los hijos y delegan su responsabilidad educativa prácticamente en su totalidad al sistema. A eso se le suma la imposibilidad real de atención debido a la falta de conciliación laboral-familiar, que lleva a una escolarización prematura. Valga como dato que España tiene tasas del 99% de escolarización entre 3 y 6 años.

Pero en los últimos años nos hemos visto, casi como de sorpresa, dentro de un nuevo mundo que podemos denominar sociedad en Red, que está cambiando todo. Nuestra manera de relacionarnos, de consumir, de viajar y sobre todo de informarnos. ¿Por qué no imaginar que es el momento de recuperar por parte de los padres mucha de la responsabilidad educativa que delegaron las generaciones anteriores?  No como reivindicación, sino como evolución natural del modelo.




En el mundo educativo formal  están cambiando las cosas. Hay toda una corriente de innovación educativa que empieza a tener en cuenta, en primer lugar que los niños aprenden de modos diferentes (inteligencias múltiples) y a ritmos desiguales. Estimo que éste es el principio de una verdadera educación personalizada que alcance, no sólo a los alumnos con dificultades de aprendizaje, sino al grueso de la población estudiante. En segundo lugar, esta corriente innovadora defiende como herramienta pedagógica la denominada Flipped Clasroom, asumiendo de este modo que el trabajo central de búsqueda, comparación y filtración de la información a asimilar se puede realizar en casa y que el centro educativo debe priorizar las tareas de tutoría y fortalecimiento de la individualización.

Por su parte, las nuevas plataformas digitales permiten que los padres estén más al corriente de lo que ocurre dentro del centro educativo y realicen un seguimiento más detallado del progreso de su hijo sin necesidad de tener que esperar al “susto” de las notas. También el progreso en nuestra cultura participativa y democrática ha permitido que la comunicación entre tutores y padres pueda ir caminando hacia un modelo de mayor implicación de las familias en la vida del colegio. Desde una perspectiva sistémica, se trataría de no dejar fuera elementos que pertenecen de modo natural al propio sistema.

Todo lo expuesto me lleva a considerar que el modelo del homeschooling es algo que deberíamos empezar a tener en cuenta por la cantidad de elementos que a mi juicio posee propios de una evolución natural y sana del sistema. Veo como obstáculo difícil de superar en este momento el tema de la conciliación laboral, es decir, de la disponibilidad de al menos uno de los progenitores, para poder llevar a cabo una mayor atención en casa.

 Sin embargo, hablar de homeschooling asusta a la mayoría de la gente que estima que estas son opciones de neo-hippys anti-sistema. La sola idea de tener de nuevo a los hijos en casa todo el tiempo, creo que amilana a la mayoría, al sentirse no capacitados para la tarea de la enseñanza. Y puede que sea cierto, pero percibo que es el miedo el que provoca que se critique este modelo en bloque, sin analizar a fondo elementos dignos de tener en cuenta. Ese mismo miedo lleva a una argumentación falaz, que se extiende como justificación de la postura encontrada y que se basa esencialmente en tres puntos: la socialización, la preparación de los padres y la estandarización evaluativa.


Analicemos en primer lugar la socialización: Se ha prodigado un discurso que domina la opinión pública de que la escuela es el lugar de socialización del niño. Obviamente lo es. Cualquier lugar donde juntes personas y no limites la interacción entre ellos es un lugar de socialización.  Pero la prematura escolarización a la que nos vemos “obligados” por la ya mencionada falta de conciliación laboral-familiar, necesita de un relato que permita el abandono en manos de terceros de nuestros hijos sin cargo de conciencia, a pesar de lo anti-natural del hecho, lo que ha consagrado la pre-escolarización como el lugar privilegiado de socialización.

La escuela es un lugar de socialización, pero artificial. Juntar 20 niños de 2 años en una guardería y pretender que realicen todos más o menos la misma actividad, se parece más a un laboratorio que a la vida normal. El ser humano socializa en sociedad, es decir, en un ambiente de personas de diferentes edades, realizando tareas diferentes. Juntar a los alumnos por año de nacimiento es un criterio organizativo, no pedagógico. ¡Anda que no hay diferencia, especialmente a edades tempranas, entre un niño nacido en enero y otro en diciembre!

Educar a los niños en casa es en realidad utilizar el ambiente de socialización más apropiado para el aprendizaje, el de la familia. Pero no sé por qué cuando se habla de homeschooling la gente se imagina que esos niños ya no salen  nunca de casa, que no hablan con nadie, que no saludan a los vecinos, o que están siempre en pijama. ¡No seamos ridículos!. Que los contenidos básicos del aprendizaje necesario se adquieran en casa no significa que los niños no salgan a la calle a jugar, a comprar, o que no vayan a otros lugares de aprendizaje donde también hay alumnos.

La socialización no es un problema para el homeschooling, sin embargo la estandarización de los grupos de aula unificados por edad sí lo son para la educación formal por lo artificial de esa socialización.

En segundo lugar es obligada la discusión sobre la preparación de los padres.  ¿Realmente pueden educar a sus hijos en todas las materias que necesitan para estar igualados con los que van a la escuela, o dicho de otra manera, para que alcancen los mínimos de lo que se ha estimado como educación obligatoria?

Obviamente dependerá mucho de los padres. Habrá quienes se sientan capaces de acompañar a sus hijos hasta un cierto nivel y otros que lo vean como algo más difícil. Habrá quien considere que puede ofrecer lo correspondiente a los estudios primarios en casa y no los secundarios y habrá quien se atreva con todo.

Si hablamos del caso concreto del homeschooling en España, una vez más, creo que hay que huir del alarmismo. No nos asustemos, el homeschooling no es una pandemia. ¿De cuantos padres/madres estamos hablando en España? ¿Creemos de verdad que esa minoría son justamente los más incapaces de llevar a cabo tal labor y que se han lanzado a la aventura por inconscientes?  ¿No será más bien que se trata precisamente de progenitores bastante capaces de cumplir con semejante empresa, que han medido bien sus fuerzas, evaluado sus recursos y que saben a quien pedir ayuda en caso de necesidad?.

Quiero imaginar que quien se embarca en una empresa de estas dimensiones tiene la preparación necesaria, que tampoco creo que sea hoy, gracias a la cantidad de recursos en la red, excesivamente difícil, al menos para la educación primaria.

No obstante, estimo que llegado el momento de solucionar un problema así, no sería difícil establecer unos mínimos formativos o incluso ofertar unos complementos pedagógicos a los padres que ayuden a regular esta práctica.

Finalmente está la cuestión sobre la evaluación. La pregunta que lícitamente nos hacemos todos es ¿habrá unos exámenes para ver si realmente el alumno/a que estudia en casa está progresando de manera adecuada o para llegado el momento, poder dar la voz de alarma si no se están consiguiendo unos resultados mínimos?

Hasta el momento esto no se contempla en nuestro sistema ya que el homeschooling además de realidad marginal, no está regulado. Pero que no exista, no significa que tenga que ser difícil crearlo. Los avances en el terreno de la innovación educativa gracias a los avances tecnológicos, nos hacen pensar en que la educación a distancia, on-line o semi-presencial que está creciendo en el ámbito universitario, se pueda extender a la secundaria obligatoria o a la primaria. Eso supone que el control, a mi juicio necesario, que debe haber sobre la obligatoriedad de la educación, se pueda dar también en un posible modelo de educación en casa.

Ahora bien, si dentro de la educación formal estamos cuestionando la forma de evaluar a través de exámenes, siempre escritos, donde vomitar lo memorizado para olvidar, no seamos tan torpes como para evaluar a quien estudia en casa a través de simples exámenes. Seguro que podemos ser mucho  más creativos y eficaces.

Creo además, por lo que leo de la gente que practica educación en casa, que es algo deseable por quienes han optado por el homeschooling. También ellos necesitan de unas referencias para saber si lo están haciendo correctamente, ya que doy por supuesto que lo que quieren es el mayor bien de sus hijos.

Aclarados los principales mitos sobre la educación en el hogar, percibo tres elementos dignos de tener en cuenta de cara a una mejora educativa que se pueden extraer de este modelo:

a) Devolver al hogar y a la calle su puesto privilegiado como ámbito de socialización.  Sería éste un avance que nos permitiría pensar en una educación más para la vida y menos teórica. Una educación con un mayor enfoque hacia el mundo laboral gracias a un mayor conocimiento de la sociedad en el día a día, que es a fin de cuentas el objetivo final de la etapa formativa obligatoria.

b) Retomar el papel principal de los progenitores y familia extendida en la educación emocional. Debido a esa responsabilidad otorgada al Estado, los centros educativos van comprobando que ya no se trata sólo de enseñar conocimientos de las diferentes áreas, sino que está siendo ya imprescindible enseñar a relacionarse, a conocerse, valores, etc. todo lo que antes se aprendía en la familia y que ahora pasa a demandarse a la escuela, con el inconveniente de que los profesores no han sido adiestrados en estas lides. El elemento afectivo que incorpora la educación emocional suscita que los padres sean preceptores preferibles en este contexto.

c)  Favorecer la personalización y con ello la promoción del talento. Una de las eternas reivindicaciones del profesorado es la ratio de alumnos. Como es lógico, cuanto  más pequeño el grupo, más accesible el conocimiento del alumno y por tanto más cómoda la personalización. Sería ideal un sistema educativo donde pudiera haber un profesor para cada 5 o 6 alumnos, pero claro, eso se intuye insostenible. El ámbito familiar propicia el número reducido y el conocimiento a fondo del “alumno/hijo”, ventaja nada desdeñable.

Pretendo señalar con todo esto que son precisamente los elementos que la corriente de innovación educativa propugna como hitos hacia los cuales avanzar, los que el homeschooling encarna de manera radical. Esto debería llevarnos a repensar el papel de la familia en la escuela caminando hacia modelos de mayor implicación y participación, que incluyan la colaboración en la enseñanza, no solamente en lo extraescolar.

Ciertamente, ante la difícil realidad de conciliación laboral y con la complicada situación del empleo lo más probable es que la dirección hacia la que apunte la educación en los próximos años sea la de poder ofrecer todavía más horas de escolarización para facilitar los horarios de los progenitores y que esto se venda como mejora de la calidad de los colegios. Pero no nos engañemos, que niños de 3 y 4 años pasen 10 y 12 horas diarias en el colegio, por muy bueno que este sea, es algo anti-natural. Pero nadie se va a atrever a criticar a unos padres por trabajar muchas horas. Bastante fortuna es ya al menos poder trabajar.

Pero estas circunstancias no deben confundirnos sobre lo que de verdad es calidad educativa. Habrá calidad si el resultado final del aprendizaje es el de personas que ponen en práctica lo aprendido mejorando la sociedad que se encuentran. Y eso no dependerá del número de horas ni del lugar donde se haya dado dicho aprendizaje.

Estimo que además de la innovación pedagógica y la tecnológica, el papel de la familia en el proceso de aprendizaje debe ser repensado para darle una mayor importancia. Ojalá caminemos hacia un modelo social que permita trabajar menos horas, ganar lo suficiente y poder dedicar  más tiempo a la educación de los hijos de modo que tampoco hagan falta tantas horas de clase. Sí, ya sé que suena muy utópico. Pero la sociedad somos nosotros, así que decidimos la dirección en la que caminar. Y si los “locos” que están optando por el homeschooling están consiguiendo con su locura llamar la atención sobre lo enfermo de un sistema que hemos aceptado con resignación, pues bendita locura y bienvenida su reivindicación.


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